Daniel Oblitas - Ellos ya me creen dormido




Tu verano en el océano

no dejes que el mar
te convierta en sirena
            acá en la urbe
los autos pasan encima de la gente
y las modernas estructuras empiezan a oxidarse

pero cuando las calles
se muestran despejadas
puede sentirse de a poco
cómo fluye el magnetismo

antojado de tu brisa
en mi cuerpo siento tu marea
y pienso en toda esa agua
donde las profecías pronostican nuestro ahogo


Movimiento telúrico

es mío el mar
que se refleja en tu mirada
con tus pestañas que baten la espuma
burbujeando en nuestra piel

el intenso calor
nos convierte en gotas
igual de saladas

dejemos al sol sumergirse en el agua
y que venga la luna grisácea
a reflejarse

extendiendo la noche
funde su color
vibrante en el espacio

y las criaturas de las profundidades
concebirán como nosotros
su rito de oscuridad


Regocijado en la pereza

no pretendo alterar algo
ni dejar descendencia
pero quiero seguir mirando

rascarme la barriga
mientras el sol
atraviesa mis ventanas

el viento hace flamear las cortinas
también mis hojas
y la vibración de los parlantes
marcándome el ritmo cardíaco

haciendo nada
mientras todo está encendido
mudo el televisor
transmitiendo la hecatombe

navego en el computador
sobre una silla giratoria
deseando un aire acondicionado


lunación

esta mañana el sol no emite luz
pero los pájaros cantarines
buscan las gotas de rocío

y las abejas sazonan su miel
en capullos florales

¿será porque no paramos
de aullarle a la luna
queriendo alcanzarla con la lengua?


Hospital naval

la embarcación de cemento
sobre el asfalto se muestra imponente
y ni los vientos más tormentosos pueden moverlo

en sus ventanas esféricas
el afuera se refleja
como giros sucesivos

las chicas de traje blanco
y guantes acrílicos
nos incrustan sus jeringas
cargadas de anestesia

mientras mis venas absorben el suero
me veo aislado en este navío
como uno de los muchos tripulantes
que aguardan echados en camas altas
para irse nadando en un sueño
o salir caminando


Aneurisma

Ellos ya me creen dormido
hablan de sondear la arteria
abriéndome la espalda a pinchazos
y el mar golpeándome el pecho
en este quirófano invernal

adormecida carne
servida en la camilla
donde la hoja del bisturí
mortaja con su ciencia

y más allá de toda esta anestesia
sé que volveré a ver mi horizonte
de pie ante el suelo que me enseñó a caminar

abatidos los párpados
descienden como cascadas
de una blanca luz artificial
en áridas montañas
grises por un cielo seco

mientras un viento me tira de los pelos
abrazo una gigante piedra
y le pido que me lleve
a un pacífico océano
donde pueda sumergirme
y luego volver a la superficie

al despertar
cobijado por las frazadas
la ventana trasluce la noche
con un sosiego celeste
y siento el céfiro labial
de un beso húmedo



Ilustración Raquel Cané.



Daniel Oblitas. Bio.


Nací en Lima –Perú el 6 de febrero de 1983

Resido en la Argentina hace 10 años.

Llegué a este país en un bus naranja oxidado.

En los tres largos días de viaje no paramos de beber chicha

ni de entonar canciones del Zambo Cavero.

El chofer también bebía y los caminos se hacían abismales

las ruedas patinaban sobre el barro pantanoso de las rutas sin asfalto.

Y yo pensaba en ella, en ese aroma del mar pacifico
También recordaba con odio a esa vieja cristiana de su madre
que le decía que yo era un hereje bueno para nada.
Y en el milico de su viejo que me miraba con desconfianza
por saber andar con los cholos cantando huaynos.
En ese bus todos huían de algo, sus rostros lo decían
yo también, pero no determinaba cual de las dos razones
era la causante de mi partida.
Hasta que llegué a Retiro y me recibió mi padre, en su casa nos esperaba el asado y el vino.
Nos sentamos a la mesa y él masticando un trozo de carne
me dijo que en este lugar había que hacer patria con las fuerza de nuestros brazos
mientras lo escuchaba
pensaba que debía haberme quedado con mi madre
allá en las aguas del pacifico.
Hasta que la noche se hizo presente y buenos aires me atrapo.
Me vi envuelto en una tribu de desacatados que trafican gestos de amor en lo cotidiano.
Este lugar es parte de mí, como lo es el cajón vibrante de los negros de chincha.
Como la mazamorra morada y el suspiro de una Lima
que no dejo de recordar.





Ilustración Micaela Ramos.


El canto del mar y la sirena - Anahí Mallol

La sirena quería ser mujer, mujer a secas, para `poder casarse y vivir con su príncipe. Pocas veces alguien se preguntó por lo que el príncipe querría de la sirena, esa mujer de la cual se ha hecho tanta mala fama. Stevie Smith en un poema bello, irónico e implacable, “The frog prince”, presenta el punto de vista del sapo-príncipe hechizado que no quiere ser besado porque no quiere volver a su vida principesca, adherido ya sin salvación a la sencillez y la dulzura de su vida de sapo.

En los poemas de Daniel Oblitas hay también una voz extrañada: la voz del príncipe enamorado de la sirena, la voz del poeta cautivado por las palabras, con su mezcla de herida y consuelo. Porque hay un anhelo por la sirena, hay un canto de amor, que es el del príncipe que espera, pero hay también una escama o arpón o bisturí que se clavan en la carne, hay una herida por la que fluye, sangre y agua, la voz poética. En este cruce los poemas se arman y se desarman como olas: dicen, desdicen, se encabalgan, continúan, cesan, para volver a embestir, con furia o con suavidad, las más de las veces, “para irse nadando en un sueño/ o salir caminando“. Lo que esa voz acuática moldea en oleadas es una posibilidad (“un pacífico océano/ donde pueda sumergirme/ y luego volver a la superficie”) que, así, herida, redime un poco: inmensa, inconmensurable, como el mar, oscura y luminosa, entre ruinas y esplendorosa, la marea de los versos hacen la posibilidad de decir: la espera, la esperanza, la vida como puro acontecer, el lenguaje mismo en el lugar del acontecimiento, que vela y desvela a su contrincante, la que espera al acecho, la muerte. Porque dice: aquí está la poesía.



Traducción de los poemas de Daniel Oblitas 
por Daniela Camozzi


Your Summer in the Ocean

do not let the sea
change you into a mermaid
            here in the big city
cars run over people
and modern structures begin to rust
but when the streets
are finally clear
you can gradually feel
how magnetism flows
longing for your breeze
I feel your tide in my body
and I think of all that water
the prophecies telling of our drowning



Earth Movement

I own the sea
reflected in your eyes
your lashes battering the foam
bubbling on our skin
the blazing heat
turns us into drops
equally salty

let’s let the sun sink into the water
and the grayish moon
mirror herself

expanding the night
melting its vibrant color
into the space
and the creatures from the depths
shall conceive like us
their rite of darkness



Solar Hair

you make me sleep
bathing in light
rocking me
on the surface of an ocean



A Boy from the Provinces

with my right hand
I cross my chest
and I march offering
my arms’ strength

I bear on my shoulders
the beam’s weight
and every day I am
awaken by the nails



Lazy I Rejoice

I do not intend to change things
or leave any offspring
I just want to keep watching
scratch my belly
as the sun crosses
my windows

the wind flaps the curtains
and my leaves
as the speakers vibrate
setting my heart beat

I do nothing
while everything is on
a mute TV
broadcasting the bloodbath

I sail the computer
on a swivel chair
wishing for an air conditioner



moon orbit

there is no sunshine today
but still birds are chanting
searching for dew props
and bees season their honey
into flower buds

could this be because
all we do is howl at the moon
trying to touch it with our tongues?



Naval Hospital

the concrete-made ship
shows herself majestic on the asphalt
and not even the stormiest wind can move it

its spherical windows
reflect the outside
in endless spins

white-suited girls
wearing acrylic gloves
stuck their syringes
full of anesthesia into us
as my veins absorb the fluid
I see myself isolated in this ship
one of many sailors
lying still on high beds
awaiting to swim away in a dream
or get out walking



Aneurism

they think I am already asleep
talk about probing the artery
tearing up my back with their needles
and the sea striking my chest
in this wintry operating room
numbed flesh
served on the medical table
where the scalpel blade
shrouds with its science

beyond all this anesthesia
I know I will see my horizon again
standing on the soil that taught me to walk
downed eyelids
flow down like waterfalls
of a white artificial light
on arid mountains
grayed by a dried out sky

a wind pulls my hair
and I hold on to a giant stone
begging that it takes me away
to a soothing ocean
where I can dive deep down
only to come back to the surface

when I wake up
wrapped in my warm blanket
the window lets the night in
with a bluish quietness
and I feel the labial zephyr
of a wet kiss




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